¿Cómo me gustaría que fuese la escuela del 2018?

La escuela del 2018 debería ser una escuela que no esté politizada como la actual a modo de escaparate de unas ideas que en la mayoría de los casos no tiene ni pies ni cabeza, ni estar encorsetada por la economía, ni se la viera como un servicio más de alguna dependencia ministerial o de la consejería de turno. No debe funcionar como la sustituta de aquellas madres y padres que por diferentes motivos se desentienden de sus retoños. Ni como un gabinete de psicología para chicos con problemas existenciales y de la pubertad.

            La escuela del 2018 debe ser una escuela humanista, que busque el desarrollo de la persona en todos sus ámbitos. Que inculque valores éticos propios de la sociedad democrática en que vivimos, como el afán de superación, la capacidad de sacrificio, de la satisfacción de lo conseguido, la tolerancia, la igualdad de derechos y deberes esénciales ante la ley, etc. No debe ni puede inculcar aquello de que todo vale para obtener el fin deseado, la homogeneización de pensamientos, el provincianismo de pensamiento, el miedo a lo desconocido, etc.

            La escuela del 2018 tiene que ser publica y estar bajo la protección de la administración central y no tutelada por ella. Tiene que ser reconocida como un patrimonio estatal, un patrimonio de todos los ciudadanos que habitan en este país llamado España.

            La escuela del 2018 en sus aspectos esenciales no tiene que diferir de la actual, solo cambiara algunos utensilios de hace dos siglos por otro de formato digital y muy sofisticado. Se abandonara el formato papel, la pizarra y la tiza, por todo lo que podíamos llamar formato digital.

            El verdadero cambio vendrá cuando los alumnos tengan la suficiente motivación para aprender, y eso no lo resuelve las nuevas herramientas digitales. Puede ayudar, pero ellas por si solas no harán que los chicos estudien más, les facilitará el trabajo pero nada más.